Llevo varios días empaquetando
mis cosas, pero sin asimilar realmente la situación… me mudo. Sólo han sido dos
años, tampoco es tanto…, pero han sido dos grandes años, llenos de cambios,
experiencias, personas que han entrado en mi vida y otras a las que he echado
de menos. Me llevo grandes recuerdos en la maleta, pero también hay muchas
cosas que se quedan entre estas paredes, paredes que han sido testigos de grandes
momentos, pero también de noches de lloreras y de soledad, de emociones vividas
y de las que quedaron por vivir… Es inevitable ponerse melancólico. Siempre que
nos enfrentamos a cambios se mezclan la emoción de lo nuevo con la nostalgia de
lo que fue, la alegría de empezar otra etapa con la tristeza de tener que
cerrar la anterior.
No había valorado la importancia
del corcho de mi habitación hasta que me ha tocado deshojarlo, arrancar todas
esas postales, fotos, notas en servilletas, entradas de cine e invitaciones a
bares a los que nunca volví. Es increíble lo rápido que pasa el tiempo. Lo
deprisa que nos hacemos mayores.
Siempre recordaré este piso. Lo
sé. Me ha visto hacer los últimos exámenes de la carrera y pasarlo muy mal con
el proyecto, me ha visto ser por fin ingeniera y empezar mi primer trabajo y
ser independiente… me ha visto crecer.
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