domingo, 31 de octubre de 2010

Cicatrices

Las heridas nunca se cierran del todo; siempre quedan cicatrices. Son las huellas que nuestras experiencias dejan en nosotros, los testigos de nuestra historia. Porque no debemos olvidar el camino recorrido. Seguro que volveremos a tropezar con la misma piedra, como humanos es algo que no conseguiremos evitar, pero la siguiente vez sabremos levantarnos más rápido.

Lo malo de las cicatrices es que son más sensibles. No hace falta que el golpe sea tan fuerte para que vuelvan a doler. Y no podemos estar protegiéndolas siempre. En algún momento hay que quitar la venda y exponer la piel. Y en ese momento vuelves a ser vulnerable. Intentas poner más cuidado, pero es imposible controlarlo todo y a veces las precauciones no sirven de nada.

Desde fuera todo parece tan claro... "¿por qué no aprende de una vez?" "¿cuántas veces tiene que caerse, cuánto tiempo tiene que pasar...?". No conseguimos entender las cicatrices de los demás. No lo conseguimos hasta que lo experimentamos en nuestra propia piel. Porque nuestras heridas sí duelen.

Creo que hay cosas que nunca se superan, simplemente se aprende a vivir con ellas. Como las heridas. La piel nunca vuelve a ser la que era, queda esa cicatriz que siempre estará contigo. Y eso no puedes cambiarlo, es un hecho. Lo que sí puedes hacer es aceptarlo y convivir con ello. Sabiendo que volverá a doler. Sabiendo que volverás a preguntarte "¿por qué a mí?". Sabiendo que hay cosas que nunca se curan del todo.

La buena noticia es que queda mucha piel. Muchas heridas por hacerse. Muchas más cicatrices que acaben dibujando el mapa de una vida. Las grandes obras no son lienzos vacíos, son el resultado de una serie de trazos que, juntos, consiguen contar una historia.